¿Tu próximo iPhone costará 2000 dólares? ¿O más? La respuesta a esta pregunta —y el futuro de la empresa más acaudalada de Estados Unidos y de nuestros mercados financieros en peligro— depende de un hombre con una tarea muy complicada.
Ahora Trump está de vuelta en la Casa Blanca, y ha golpeado a China con aranceles tan elevados que representan una gran amenaza para el dominio de Apple en el mercado de los teléfonos celulares. Está claro que a Cook le resultará más difícil hacer el mismo truco. Si fracasa —y la mayoría apuesta a que lo hará— podría ser un golpe enorme para su empresa, para el mercado de valores y para nuestra economía en general.
Los analistas de la empresa Wedbush estimaron que un iPhone fabricado en el país costaría más del triple de su precio actual, lo que equivale a unos 3500 dólares. Peor aún, Estados Unidos simplemente carece de la experiencia en fabricación, las zonas industriales competitivas e incluso la densidad poblacional necesaria para fabricar productos de Apple en masa.
Muchos proveedores de Apple dependen en gran medida de los trabajadores con sueldos bajos de China que migran a las ciudades para realizar trabajos temporales. Se estima que el número oscila entre 300 y 500 millones de adultos, cifra que, incluso en su nivel más bajo equivale casi a cada hombre, mujer y niño de Estados Unidos. En la ajetreada temporada navideña, estos trabajadores son fundamentales para que Apple pueda enviar un millón de iPhones al día, cada uno con cerca de 1000 componentes. Intentar trasladar toda la fabricación fuera de China costaría probablemente cientos de miles de millones de dólares.
Apple está estancada y no hay una salida evidente. Aunque Cook trasladara inmediatamente la producción de Apple fuera de China, se arriesgaría a provocar la ira de Pekín y a poner en peligro un negocio de unos 70.000 millones de dólares en ese país. Su única opción es seguir impulsando el “ensamblaje final” de los productos de Apple en lugares como la India y Vietnam, mientras deja la mayor parte de la fabricación compleja en China, en una situación cada vez más precaria y frágil. Las acciones de Apple han perdido más de un billón de dólares desde que alcanzaron su punto máximo a finales de diciembre.
Trump sería ingenuo si esta vez no viera más allá de la politiquería de Apple. Por otra parte, al presidente a menudo le importan más las apariencias que los principios. Cualquiera que apueste por el futuro de Apple debería esperar que Cook tenga un as diplomático más bajo la manga. Esta vez, las probabilidades en su contra son altas.
New York Times