En el Ángelus, después de la misa de canonización, Francisco relanza el llamamiento en favor de los países en guerra y subraya la importancia de la figura de san José Allamano en la atención a las poblaciones «frágiles y vulnerables». Por último, exhorta contra toda forma de explotación «de su dignidad y de sus territorios».
“Sigamos rezando por los pueblos que sufren a causa de la guerra -los mártires de Palestina, Israel, Líbano, los mártires de Ucrania, Sudán, Myanmar y todos los demás- e invoquemos para todos el don de la paz.”
En el rezo del Ángelus el Papa Francisco renueva el llamamiento a la oración por los países en guerra y dirige su saludo a los fieles que han venido a «honrar» a los santos recién canonizados. En particular a los fieles maronitas, y a los «misioneros y misioneras de la Consolata», la institución fundada por San Giuseppe Allamano en 1901 y 1910 respectivamente. Francisco recordó la presencia del Presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, así como la de una «numerosa» delegación ugandesa que había acudido con motivo del 60º aniversario de la canonización de los mártires de Uganda.
La figura del nuevo santo de Castelnuovo d’Asti «nos recuerda la necesaria atención a las poblaciones más frágiles y vulnerables», dice Francisco, haciendo referencia directa al pueblo yanomami, originario de la selva amazónica. Entre ellos, recuerda el Papa, «tuvo lugar el milagro vinculado a la canonización de hoy:
«Hago un llamamiento a las autoridades políticas y civiles para que garanticen la protección de estos pueblos y de sus derechos fundamentales y contra toda forma de explotación de su dignidad y de sus territorios».
Francisco recuerda también la Jornada Mundial de las Misiones de hoy, con el tema «Id e invitad a todos al banquete», subrayando la naturaleza «del anuncio» como portador de un «encuentro festivo con el Señor que nos ama y que quiere que participemos de su alegría conyugal». Como enseñan los nuevos santos, dice Francisco, «cada cristiano está llamado a participar en esta misión universal con su propio testimonio evangélico en cada ambiente.
«Sostengamos, con nuestra oración y nuestra ayuda, a todos los misioneros que, a menudo con gran sacrificio, llevan el luminoso anuncio del Evangelio a todos los rincones de la tierra».
Al final de la oración, el Papa atravesó la Plaza de San Pedro a bordo del Papamóvil, saludando a los fieles.
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