A las 5:00 de la mañana llegó, ayer, Rosa Penott al banco con dos misiones: sacar la libreta y obtener efectivo. Ya durante la semana es la segunda vez que hace el mismo intento. Un nuevo madrugonazo, parada por varias horas, recostada contra una pared, sentada en la acera, cualquier postura que le dé alivio a su columna.
Logró obtener el número 18 de la fila. A las 8:00 de la mañana abrió la entidad bancaria, y una vez adentro esperó dos horas y media. “Cuando por fin me dieron la libreta, a eso de las 10:30 de la mañana, me metí en la cola de la taquilla, y me llegó el señor de seguridad, y me dijo que debía volver hacer la cola, porque esa era otra operación bancaria. Aquí estoy ahora con 120 personas delante de mí esperando a ver si alcanzo el efectivo”, relató Rosa de penúltima en la cola, cuando ya el reloj marcaba las 11:00 de la mañana.
A tres cuadras del banco, en la parada de Bella Vista, en pleno casco central marabino, aguardaba Griselda Rondón, con su hija Victoria, de 11 años. Ella venía de comprar los últimos útiles escolares que necesitaba la adolescente para el liceo. “Aquí tenemos 45 minutos esperando y nada que llegan carros, pero desde esta mañana que salí de la casa hemos estado haciendo colas y colas. Para pagar en la librería tardamos casi dos horas, porque el punto estaba lento”, contó mientras se cubrían del sol con el poste de una valla.
Junto a ella otras 30 personas aguardaban en pleno sol del mediodía. Este escenario lo estaba pasando Rodrigo Finol, un joven estudiante, en la cola del cajero automático del banco en el centro comercial Ciudad Chinita. Con la única diferencia que delante de él había unas 20 personas más que las que tenía Griselda.
“Llegué muy temprano rogando a Dios que hubiese efectivo. Pero nada, ahora me metí en la cola para entrar al banco, pero aquí podemos pasar más de tres horas esperando que alguien venga a depositar efectivo. Tengo dos semanas tratando de sacar dinero para cancelar un pasaje”, precisó.
La espera se vuelve eterna. El cansancio pega en las piernas y en la espalda.
El tema de las colas no se circunscribe solamente al efectivo, sino que está muy relacionado a la celeridad con la que pasan las tarjetas de débito, y en el caso del transporte a la poca cantidad de unidades trabajando. En panaderías, ventas de bombonas de gas doméstico, carnicerías, fruterías, y un largo etcétera de diversos negocios. Se han convertido en el pan del día a día.
Además, no es un problema exclusivo de Maracaibo, sino que muestra su cara en el resto de las jurisdicciones zulianas.
En San Francisco, diariamente se observan colas en distintos establecimientos. En la avenida 40, hay una farmacia donde día y noche se forman filas enormes de hasta cinco horas de espera por un medicamento. “Yo he llegado a la 1:00 de la tarde y he terminado de comprar la medicina a las 6:00. Pero como no se consiguen en otras partes prefiero esperar”, contó Jackelin Díaz, residente de Los Cortijos.