“Leonela solo me dice que no tiene fuerzas”

Leonela es diferente a otras niñas de su edad. Tiene cuatro años, pero presenta el tamaño de una chiquita de dos. Los claros en su cabello denotan que algo le pasa. Sus piernas finitas no le dan para caminar, mucho menos para jugar. Su mirada no es vivaz como la de pequeñas de su edad. Se mantiene sentada en una silla. No tiene fuerzas, ni para hablar. Leonela está desnutrida y vive en Maracaibo.

Yo le pregunto si le duele algo, pero ella solo me dice que no tiene fuerzas, que no le duele nada. Trato de que se levante, pero le cuesta pararse, la mayor parte del tiempo se la pasa sentada en la silla o acostada en el chinchorro. Cuando la llevo al kínder, me toca cargarla. Está en salita de cuatro. La maestra me dice que no corre, ni juega con los demás niños y que por eso le pone los juguetes sobre la mesa para que juegue allí sentadita”, cuenta María Elena López, tía de la chiquita de apellido González.

Son una familia wayuu y residen en el barrio San Antonio de Los Caños, por la vía Las Tuberías en la parroquia Idelfonso Vásquez, donde el índice de desnutrición infantil sobrepasa 60 por ciento, según precisa Nelly Palmar, representante indígena de la zona.

Leonela y sus dos hermanos (Javier de ocho años y Endri de cinco) no ven a su madre desde hace seis meses, cuando los abandonó. Los dejó solo en un rancho, ubicado en el mismo barrio.

“Cuando me enteré, los recogí”, recuerda López, madre soltera, quien desde entonces vela por el cuidado de sus tres sobrinos más el de sus cinco hijos, cuyo mayor presenta discapacidad motora y tiene 11 años.

Hemoglobina a seis

La última vez que María Elena López llevó a la niña al médico, fue hace como seis meses. No recuerda cuánto pesó. “Solo me dijeron que estaba desnutrida y que tenía la hemoglobina en seis”. No la ha podido llevar más. No tiene dinero para comida, menos para el pasaje y en el ambulatorio de Barrio Adentro que hay en su sector no hay medicinas.

«En el hospital le colocaron hierro y otras vitaminas, también le dijeron que comiera mejor, pero de dónde vamos a sacar”.

La mujer, de 30 años, se las ingenia como puede para dar de comer a los ocho niños y llevarlos a la escuela. Todos estudian en la Escuela Luís Méndez, cerca de su comunidad.

“A veces pasamos el día en blanco; si no comemos una o dos veces al día; cuando tenemos, tres veces”, relata.

Los platos son yuca o arroz de piquito que es más barato; cuando mucho, lo acompañan con pellejo de carne de res, que cuesta 10 mil bolívares el kilo, o frijoles con topocho que siembran en el patio. De vez en cuando toman chicha de maíz, bebida típica de los wayuu, aunque por momentos les toca pasarla sin azúcar porque “está cara”.

La pequeña Leonela encaja en las estadísticas de Cáritas Venezuela, que determina que en el estado Zulia hay 15 por ciento de desnutrición infantil aguda, lo que según parámetros internacionales, denota una “emergencia” alimentaria.

María López es beneficiaria del programa Hogares de la Patria, pero 100 mil bolívares al mes no es suficiente para el sustento de los ocho infantes. Se van en uno o dos días de comida. En su sector no cuentan con el CLAP y la bolsa alimentaria Mercal no les llega desde hace dos meses.

“Igual cuando viene lo que trae son como seis kilos de harina, dos litros de leche y un litro de aceite. Sería comer arepa sola y leche por pocos días”.

Arreglando ropa para sobrevivir

López no puede salir a trabajar. No tiene con quién dejar a los niños. Una máquina de coser le permite arreglar ropa para medio comer, porque los padres de sus hijos “no pasan nada”.

En una “buena” semana percibe un promedio de 100 mil bolívares, lo que apenas le alcanza para comprar tres kilos de arroz de grano entero y dos litros de leche. Cuando la semana está “mala” gana como  30 mil bolívares, lo suficiente para un paquete de harina o un solo kilo de arroz. 

“Cuando dan comida en la escuela, se resuelve algo. Comen arepa con pollo, avena, leche. Si alcanza, las maestras les dan para traer a la casa. Eso lo hacen solo con ellos”, expone la mujer.

Mientras tanto, Leonela clama por ayuda. Su estado es crítico, no solo le urge una comida balanceada, sino suplementos vitamínicos que logren estabilizarla. Leonela está desnutrida.

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