Prohibido enfermarse

Los venezolanos lloran, de alegría o dolor, cuando consiguen un medicamento o escuchan “se acabó”. La crisis los “golpea” y “mata” en los mostradores de las farmacias, porque la escasez o imposibilidad para adquirir los medicamentos que necesitan ellos, sus familiares o amigos les apagan la vida, sea porque les falta un metronidazol, enalapril, acetaminofén, una metformina o un diclofenac potásico para la inflamación.

De enero a la fecha todo cambió. Las medicinas aumentaron sin control y la población paulatinamente se empobreció. Dejaron de pelear con los farmacéuticos y atribuyen los problemas a un país que está “enfermo”.  Donde consiguen los fármacos tratan de comprarlos y son los medicamentos colombianos los que surten los anaqueles zulianos. Desesperados se ven obligados a comprar los psicotrópicos o anticonvulsivos en Las Pulgas o en La Curva a precios que superan uno o dos salarios mínimos. 

Buscan un protector gástrico y no pueden encontrarlo o una ampicilina sulbactan que se “desapareció”. Freddy Ceballos, presidente de la Federación Farmacéutica Venezolana (Fefarven), resalto que no hay antibióticos pediátricos, medicamentos para regenerar la flora bacteriana o para tratar las complicaciones de la próstata. “Los fármacos se compran a dólar libre y muchos de los nacionales se fabrican con insumos importados. 

Desde octubre de 2016 el gobierno no liquida dólares preferenciales y desde agosto de este año no liquidan a tasa Dicom. No hay accesos a los medicamentos y la crisis humanitaria, que era el primer punto que tuvo que discutirse en las conversaciones de República Dominicana, fue relegado e imperaron los interés políticos”. 

Los venezolanos pasean farmacias con los récipes como testigos de su “martirio”. Las farmacéuticas trabajan a menos del 50 por ciento de su capacidad y no cubren ni siquiera la mitad de la demanda del mercado interno. “Si el gobierno asume su rol y dialoga con la industria la situación puede mejorar, de lo contrario el 2018 será un año oscuro”.

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