Rafael E. Fernández
Blanco resurgir. Muerto y enterrado. Eso pensarían muchos con el Real Madrid 2-0 abajo en el marcador con quince minutos jugados. Errores, sin intensidad y resucitando al mejor Liverpool de Klopp. Pero el Madrid, hasta muerto, respira. En una remontada que para muchos sería histórica, para los blancos es rutinaria. 2-5 al Liverpool en Anfield y otra exhibición del rey en Europa.
Es imposible descifrar al Real Madrid en Europa. Tan pronto parece despedazado y roto como provoca una remontada inexplicable. Tras un golazo de tacón de Darwin Núñez y un error catastrófico de Thibaut Courtois, el Madrid vivió un ‘chorreo’ absoluto al finalista el año pasado de la competición. Casi dando la sensación que el cuadro de Carlo Ancelotti regaló dos goles al principio ante Liverpool para hacer más interesante la noche.
Porque todo pintaba muy negro cuando Darwin marcó un genial gol de tacón y cuando Courtois cometió uno de los errores más graves de su etapa en el equipo merengue. Un 2-0 en quince minutos devastador, pero un espejismo.
Esta vez no hubo que esperar a la vuelta para el milagro. El Real Madrid disfrutó en la adversidad. Se creció contra el viento. El público se reía de Courtois, el Madrid rio el último.
Se despertó con un latigazo de Vinícius, un gol de resurrección. Se lo creyó cuando Alisson regaló el empate. Vinícius le presionó, el brasileño pegó un pelotazo y la pelota rebotó en el cuerpo del brasileño y entró en la portería.
La remontada estuvo a punto de completarse en la primera parte, pero Robertson le sacó un gol a placer a Vinícius.
La ‘Casa Blanca’ ya levitaba con la sensación de tener el partido en el bolsillo. El marcador decía empate, pero el lenguaje corporal de los blancos denotaba una superioridad insultante, como si la Copa de Europa ya les esperase en el vestuario.
Modric sacó la pizarra en una falta y mandó un balón fuerte a la frontal del área pequeña para que Militao, libre de marca, ante la mirada de cuatro futbolistas del Liverpool, rematara el 2-3. No se veía en Anfield una defensa tan pasiva desde el gol de Origi al Barcelona en 2018.
Ahí empezó a oler: goleada. Era una apisonadora el equipo de Chamartín, un chacal devorando a su víctima. El Liverpool ya no estaba.
Benzema, con ayuda de Joe Gomez, hizo el cuarto; se desquitó de ese gol «feo» con una genialidad. En una contra teledirigida entre Modric y Vinícius, el francés tumbó a Alisson y aguantó la respiración hasta que vio el hueco entre los defensas que tapaban la portería.
Una manita en Anfield. La mano del muerto, porque eso creían muchos cuando el Madrid caía por 2-0. Está muerto, pero al final el Real Madrid siempre respira.
(EFE)