Cansados de esperar por la justicia representada en autoridades que sucumben ante el hampa y por leyes que muchas veces se inclinan en favor del agresor y en contra del agraviado, una turba de vecinos, indignada y harta tomó la justicia por sus manos y se decidieron a terminar con la vida de tres azotes que tenían en zozobra al sector, cuando, en esta oportunidad, los elementos intentaran agredir a un anciano.
El hecho tuvo lugar en la calle 76 con avenida 99 del barrio Raúl Leoni, parroquia Antonio Borjas Romero en la capital zuliana de Maracaibo.
El informe policial y versiones de testigos revelaron que la comunidad de la Curva de Molina, colindante con el sector 18 de octubre, al oeste de la ciudad se preparó con mucha antelación y planificaron los ajusticiamientos.
El cadáver de Alner José Ostia, de apenas 16 años, yacía muy golpeado en la vía pública, con las manos atadas por la espalda.
Los vecinos crearon un grupo de Whatsapp para informarse sobre las novedades del barrio, específicamente para advertir algún peligro. Así ocurrió el pasado jueves por la tarde, pero la pareja de ancianos no recibió el acostumbrado mensaje de alerta y las sospechas afloraron, porque algo extraño estaba ocurriendo. Se oían ruidos y había rumores sobre algo que pasaba en casa de los “abuelos”.
Testigos relataron a la prensa que un grupo de vecinos caminaron hasta la casa de los ancianos y escucharon un ruido inusual por lo cual decidieron ingresar para tomar el control.
“No era la primera vez que pasaba. Estos manganzones tenían rato maltratando a esos viejitos y se las teníamos juradas, solo era cuestión de tiempo”, relató una vecina bajo el amparo del anonimato.
Les llegó su hora
Testigos contaron que una vez que los vecinos ingresan al inmueble, observan como Alner José y otro muchacho no identificado sometían a los ancianos. “Los sacaron agolpes de la casa, los amarraron y les cayeron a golpes con objetos contundentes sin parar y para cuando llegó la policía para salvarlos, ya era tarde”.
En total eran tres los individuos, todos menores de edad, que recibieron el castigo inmisericorde de la comunidad. Uno de ellos medía 1,65 y exhibía par de tatuajes, uno en el de ellos con el nombre de Paola en el pecho y el otro, un rosario gravado en el antebrazo derecho. Con tales características es fácil su reconocimiento, sin embargo, al cierre de esta edición los allegados no habrían llegado a la morgue forense donde yacen los tres cuerpos.
“Eso es lo que les espera aquí a los choros. Nosotros no creemos en policías, ellos son tan o peores, nosotros pillamos a uno robando o sometiendo a alguien y lo mandamos al otro mundo y rápido antes que llegue la policía a salvarles la vida pa’ que nos signa jodiendo” advirtió muy seria y contundentemente un vecino, con mirada de odio e indignación.
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