Sobre unas colchonetas tiradas en el piso o en hamacas improvisadas con sábanas de algodón conviven 60 presos en el calabozo del Eje de Homicidios de la Policía científica, en un espacio construido para 10. No tienen acceso a agua potable, comida, medicinas, luz solar o posibilidad de moverse en el reducido espacio. Su realidad se repite y se agudiza en los calabozos de cada cuerpo de seguridad en Maracaibo. Una Ventana a la Libertad estima que unos tres mil detenidos vivan bajo esas condiciones.
En 2013 inició el colapso en los Centros de Arrestos y Detenciones Preventivas con el cierre de la cárcel de Sabaneta. Cuatro años después, la situación empeora con el desalojo y clausura temporal del retén El Marite. La ciudad se quedó sin cárceles y a quienes detengan por cualquier delito lo encierra, indefinidamente, en el calabozo del cuerpo de seguridad que lo capturó.
Eduardo Santana (54) lleva encerrado tres años en uno de los tres calabozos de la sede regional de la Policía científica, en Altos del Sol Amada, cuando se supone que debió estar allí solo por 48 horas. Tiene derecho a una visita semanal y sus familiares deben proveerle a diario de agua y comida.
Penurias
Al esposo de Jenny Arrieta lo capturaron por hurto de material estratégico. En sus conversaciones, el detenido se quejó del calor en el calabozo, le comentó que se turnan para orinar y defecar en el baño, no hay agua potable ni alimentos y que comparte celda con hombres que padecen tuberculosis, escabiosis, sarpullido y herpes. “Para moverse esperan otro se acueste o se levante”.
Mientras el ama de casa detallaba la experiencia de su conyugue, una anciana la interrumpió para comentar que debe llevarle todos los días a su hijo el desayuno, el almuerzo y la cena. “Si no le traigo comida se muere de hambre. Aquí no les dan nada”.
El recluso que se enferme debe esperar la aprobación de un tribunal para que lo examine un médico. Si debe consumir medicamentos, los detectives del Eje de Homicidios solo le suministras una grajea por día. La familia debe romper la tableta y entregar la pastilla al funcionario. Solo ingresan medicinas de lunes a viernes en la mañana.
Dentro del calabozo mandan los presos, aquellos que tienen más tiempo recluidos son los líderes de la manada. Quien no se adapta o no es aceptado por el líder se convierte en víctima de golpes, maltrato y abuso sexual. Como Jesús Morillo Delgado (36), quien permaneció esposado en un pasillo hasta su traslado a tribunales. Los internos se negaron a compartir la prisión con él, comentó un oficial.
Por doquier
La situación se repite en el Comando General de la Policía de Maracaibo, en la Vereda del Lago. En sus tres celdas, de dos por tres metros, habitan 100 internos. Los uniformaron con una camisa naranja y un jean azul para distinguirlos de las visitas. Las mujeres, entre ellas dos embarazadas, las recluyeron en una habitación contigua a los calabozos.
Todos, mujeres y hombres, deben esperar su turno para ir al baño. La asistencia médica es precaria al igual que el suministro de la comida y el agua potable. “Unos tienen escabiosis y otros tuberculosis”, informó un policía sin detallar el número de infectados.
En la Dirección de Inteligencia y Estrategias Preventivas, adscrita a la Policía regional, en Cuatricentenario, se desconocen las condiciones físico – ambientales de su infraestructura. Los funcionarios de ese ente policial solo detallaron que cuentan con tres calabozos: dos para los hombres y uno para las mujeres. Albergan 40 reclusos desde hace un año. La población de detenidos varía con sus procedimientos policiales diarios.
Sin derechos
Carlos Nieto Palma, coordinador general de la organización no gubernamental Una Ventana a La Libertad, detalló que Polimaracaibo, Polisur, la Policía Nacional Bolivariana y la Policía regional no cuentan con espacios suficientes para hospedar a los detenidos ni con recursos financieros para proveerlos de alimentos, medicinas, calzado o ropa.
Los privados de libertad tienen derecho a recibir visitas periódicas, preservar su vida privada e intimidad, participar en actividades educativas, deportivas y culturales. Pero en la actualidad, en Estado no asume sus obligaciones y hay quienes mueren por enfermedades contagiosas en espera de su audiencia en tribunales, denunció el defensor de derechos.