En el Lago de Maracaibo los pescadores encuentran su medio de sustento con olas de desasosiego y peligro. De noche no salen, por los piratas. De día no, porque la pesca es mala. Tan lejos de la orilla tampoco porque es más inseguro. Tan cerca ni pensarlo pues no se consigue qué pescar. La disyuntiva se le vuelve cotidiana en un oficio que se les complica, cuando son expertos en él.
“Andar golpe y cuida”, esta es la máxima con la que parten en horas nocturnas, en grupos de hasta 10 para resguardarse y atentos de cualquier movimiento extraño que le asome el acecho del hampa. El motor de la lancha, el cargamento y las mallas son parte del botín atractivo para los delincuentes.
La reposición de un motor nuevo sale en unos 30 millones de bolívares, mientras que una chalana usada entre los 20 a 25 millones.
Un motor por día les quitan, asegura José Soto, un pescador con 25 años lanzando sus redes; quien agrega, con un dejo de tristeza, que hace tres semanas en un asalto, uno de sus “marineros” murió ahogado al ser empujado al agua por un “pirata”, tras recibir un golpe en la cabeza.
“Aquí un señor era dueño de 50 botes y solo le quedaron tres funcionando porque a los demás los asaltaron y robaron”, precisa.
Mientras Soto habla de la situación en el sector San Luis, municipio San Francisco; Juan Carlos Pirela, narra su drama en Santa Rosa de Agua, municipio Maracaibo. “Nos ha tocado salir en grupos de cuatro pescadores. La guardia costera nos presta su apoyo solo unas tres veces a la semana”, apunta.
Potreritos, Punta de Palma y Santa Rita figuran como otros puntos de la región zuliana azotados por los maleantes. El mes pasado, en ataques simultáneos cerca de la Vereda del Lago y en el municipio Miranda fueron asesinados 13 pescadores; recientemente, el 6 de septiembre, otro en Pulta de Palma.
Esto ha conllevado a un cambio de jornada, abandonando la nocturna y prefiriendo la matutina, aunque, como revelan los consultados, no consigan la misma cantidad de peces y camarones.
El gobernador del estado, Francisco Arias Cárdenas, en compañía del ministro de pesca, Orlando Maneiro, anunció el 19 de agosto medidas para la seguridad de los trabajadores.
“Establecimos pautas con el apoyo del Ministro de Interior, Justicia y Paz para el relanzamiento de los cuadrantes tras el otorgamiento de 8 lanchas de patrullaje”, informó Arias. También, habrá operativos con la GN y PNB.
Un tema pendiente, además, es el tráfico de buche (vejigas natatorias) de corvina. Su demanda en el mercado asiático ha desatado una red de contrabando; aparte, fuentes policiales afirman que los narcotraficantes lo usan para hacer dediles y transportar droga.
A la par de los asaltos, el Lago alberga otro problema en sus entrañas y es la contaminación, tanto por desechos sólidos como por derrames de crudo.
En la ribera de la cuenca, a la altura de El Bajo, Norgen Polanco, pescador de camarones, señala los montones de desperdicios que han extraído del agua. Cerros oscuros de petróleo y montones de residuos y botellas.
“Nos preocupa porque cada vez el Lago está más sucio, se nota que no lo cuidan ni tienen intenciones de limpiarlo. Esto es grave pues afecta a los peces y se dañan las lanchas”, explica.
“Cada vez que sube la marea trae con ella un cerro de sucio que tenemos que retirar para tener sitio donde varar las lanchas”, agrega.
Desde Santa Rosa de Agua, Pirela atribuye la disminución de especies a la contaminación. “La viejita y la cachama están desapareciendo”, expone.
Los insumos que utilizan, aparte, registran un aumento progresivo. Un litro de aceite de motor fuera de borda les cuesta hasta 20 mil bolívares y diariamente requieren 1 litro y medio. La paca (malla) tiene un valor de 5 mil bolívares y para cada bote necesitan unas cinco cada vez que salen.
Para apoyar a los trabajadores, el gobernador Arias prometió un fondo de pesca y la creación de una proveeduría de lubricantes y combustibles.
Entretanto, las ventas de sus productos han venido naufragando. Polanco especificó que de 15 proveedores que les llegaban para comprar camarones, ahora solo quedan seis. A su vez, en los comercios de pescado la oferta es baja.
“Cada vez traen menos y su precio carísimo, hasta 18 mil bolívares un kilo de corvina. Las ventas bajaron un 80%”, refiere Alexis Guerra, comerciante de San Francisco.
Lo que se ha elevado, no obstante, es la compra del alimento para distribuir en Colombia, según Julio Arteaga, pescador de Los Haticos. “A veces se quieren llevar un camión con 3 mil kilos y solo prefieren los peces más grandes”, reprocha.
Esta serie de dificultades que parecieran paralizar a los trabajadores del Lago, lo cierto es que no lo logran. Día tras día, los marinos salen con redes en mano y surcando las aguas para seguir llevando a la mesa de los zulianos corvina, carpeta, robalo o camarón.