“Si no quería me golpeaba y amenazaba con matarme”

Jesús, como se identificó a la hora de recibir a la prensa, es un adolescente, quien durante cuatro años vivió lo que describió como una «pesadilla». Recuerda cómo una mala decisión que tomó con apenas 12 años lo llevó a la frontera colombo-venezolana, donde pasó de la indigencia a la prostitución infantil cuando un hombre que lo recogió en las calles de Maicao lo obligó a tener sexo con él. “Si no quería me golpeaba y amenazaba con matarme”. 

El recorrido del ahora adolescente comenzó cuando fue a pedir comida en el casco central de Maracaibo. Entre el bullicio y los sucios pasillos que conforma en el lugar, una mujer lo encontró y le prometió ropa, dinero y trabajo, pero en Colombia. Con esa perspectiva, el niño de etnia Wayuu dejó a su familia atrás y se fue con la extraña a la hermana República. «Al principio la mujer era muy buena, me dio trabajo, dinero y las tres comidas del día».

Entre lágrimas, contó que tras un año, sin razón y motivos, su benefactora lo echó a la calle, donde vivió por un año de la caridad de los transeúntes y pedía sobras de comida para sobrevivir. «Vivía como los indigentes porque dormía en las aceras».

La larga noche 

A los 14 años conoció a quien lo esclavizó durante casi dos años, un hombre a quien apodaban el «Viejo». Era de noche cuando el hombre lo consiguió. Lo arropó, lo llevó a su casa y también le ofreció una buena vida, pero casi inmediatamente abusó de él. 

Cuando el cabello de Jesús creció tuvo que dejarlo así. El «Viejo» lo obligó a usar falda, brasier, blusa y tacones. Le tatuó las cejas y lo drogó para violarlo. En una oportunidad el muchacho se resistió, pero el delincuente lo encerró en un cuarto. Lo alimentó con dos panes y un vaso de agua tres veces al día. “Me decía: ‘mejor que te dejes, porque sino te mato’”.

Comentó que al parecer el «Viejo» posee una red de prostitución donde había mujeres venezolanas y colombianas. El joven dijo que un día, ya con 16 años, escapó porque el «Viejo» se fue de la vivienda y dejó todo abierto. Sin embargo, su suerte no cambió, pasó de «esclavo sexual» a indigente otra vez durante casi un año. 

Regreso 

Mientras Jesús sobrevivía a todo eso. Su madre lo buscaba. Transcurridos los dos primeros años de su desaparición, ella viajó al poblado de la frontera común, pero no lo halló. Ella no desistió y fue en varias oportunidades. Lo dio por muerto y celebró una misa para el descanso de su alma. 

Hace dos meses una amiga de la dama afirmó ver a Jesús en las calles de Maicao. Como pudo ella fue hasta el poblado fronterizo y buscó a su muchacho en la última dirección donde lo ubicaron. Lo halló tirado en la calle donde él vivió durante casi un año. Para el momento botaba sangre por la boca. «No lo reconocí porque parecía una mujer». 

Luego de más de una hora de llanto y abrazos regresaron a Maracaibo y fueron directo al Hospital Chiquinquirá. Julio Bell, enfermero que lo atendió, dijo que el muchacho llegó en mal estado de salud. “Presentó principios de tuberculosis, deshidratación avanzada, pupilas dilatadas, gingivitis severa, halitosis o mal aliento y grados altos de problemas mentales”. 

Hoy Jesús vive solo con su madre y ocho hermanos en un rancho de cuatro metros de ancho por cuatro de largo. No tienen baños, duermen sin ventiladores, cocinan en leña y solo hay dos camas para todos. El techo de latas concentra el calor dentro de la casa y huele a excremento por la improvisación de las salas sanitarias. Su madre dijo que comen una o dos veces al día y que “cuando no tiene nada pasan el día en blanco”. Clamó por ayuda y pidió que se haga justicia por lo sucedido con su hijo. 

 

NOTIZULIA / La Verdad

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