Como si fuera una película de terror, los venezolanos residentes en Texas, Estados Unidos, vivieron casi una semana de pánico y estrés por el paso del huracán Harvey, considerado el más catastrófico en el estado, en los últimos 50 años.
Nairis Pérez, de 40 años, es una marabina que vive en Texas desde hace ocho meses; asegura que el encierro que vivió junto a su hijo de 5 años y hermana “estuvo lleno de mucha presión”.
“No podíamos salir por la falta de acceso a las carreteras y las recomendaciones de las autoridades. Después de cuatro días en esa situación, se empezaba a acabar la comida y el agua potable”, refirió.
“Horror”, es la palabra que mejor describe lo que experimentaron durante el paso de Harvey, que, hasta el momento, lleva 31 fallecidos encontrados y más de 32 mil personas que tuvieron que salir de sus hogares.
La tarde del miércoles se iluminó con los rayos del sol. Entonces, la familia Pérez logró salir y, luego de dos horas de cola por la falta de personal, entraron al supermercado más cercano.
La impresión por las secuelas de las inundaciones a su alrededor es enorme, tanto como el dolor de quienes lo perdieron todo en el desastre. “Gracias a Dios, no fuimos afectados por la inundación. Tuvimos mucha suerte de estar en un lugar un poco más alto. Pero todo alrededor fue un caos”, expresó Pérez a PANORAMA.
Para esta familia, el peligro ya pasó. Sin embargo, continúan a “medio motor” por la devastación de Harvey. “Todavía no he comenzado a trabajar y mi hijo estará sin clases hasta nuevo aviso porque las escuelas están sirviendo como refugio”, indicó la zuliana.
Metida en un traje de “supermamá”, aunque por dentro se moría de miedo, Claudia Guzmán, una caraqueña de 40 años que vive en Katy con su hijo marabino, de 7 años, contó a este diario cómo se las ingenió para que su pequeño no se asustara: “Le dije que éramos reporteros del clima y que por eso salíamos a excursiones y a tomar fotos”.
Su celular registraba cómo las intensas lluvias copaban de agua todo a su alrededor. Aunque en pocas oportunidades se habían presentado inundaciones en la zona, esta vez, la furia de la naturaleza no perdonó.
“En el medio del conjunto residencial hay un lago y, al cruzar la calle, pasa un río. Las lluvias fueron tan fuertes que ambos se desbordaron. Toda esa agua se vino al estacionamiento y hasta los apartamentos. Fueron momentos bastante angustiosos porque yo vivo en planta baja”, relató.
Los niveles de agua subían rápidamente y las medidas de evacuación fueron casi improvisadas. El personal de administración resolvió con abrir los inmuebles vacíos de los pisos superiores para que los niños, animales y objetos personales estuvieran a salvo.
El sábado por la noche, en un “maratón” de sobrevivencia los vecinos montaron sus vehículos sobre las aceras, para evitar mayores daños. Sin embargo, muchos quedaron bajo las aguas.
“Era un ambiente de tensión gigante, nunca imaginé que eso nos pasaría. Afortunadamente, a mi vivienda solo entró un poco de agua porque da al estacionamiento”, expresó la caraqueña que agradece porque las consecuencias solo fueron materiales.