Las nuevas y más sencillas pruebas de diagnóstico precoz que comenzarán a aplicarse -a partir de un análisis de sangre- y los prometedores tratamientos que ya se están probando en humanos -basados en anticuerpos monoclonales- sitúan las enfermedades neurodegenerativas, entre ellas el alzhéimer, ante un nuevo escenario.
Así lo perciben varios científicos que vuelcan su carrera en estudiar las enfermedades neurodegenerativas y sus repercusiones personales, familiares y económicas, que alertan de la importancia de anticiparse a la llegada de los primeros síntomas del deterioro cognitivo y celebran los resultados de los primeros tratamientos que actúan sobre las causas y no sobre los síntomas.
Convocados por la Fundación Ramón Areces en Madrid a una jornada sobre la demencia y los avances para combatirla, Gemma Salvadó, de la Unidad de Investigación sobre Memoria en el Departamento de Ciencias Clínicas de Malmö (Suecia), y Alberto Lleó, director del Departamento de Neurología del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona (nordeste), dieron a la agencia de noticias EFE una radiografía de esos avances.
Hablan de «punto de inflexión» ante el uso (aprobado en Estados Unidos y pendiente de aceptación en Europa) de los primeros medicamentos que modifican el curso de la enfermedad, pero también de la importancia de la investigación y de la inversión para frenar «la epidemia del siglo XXI» ante el progresivo aumento de la esperanza de vida y con él de las enfermedades neurodegenerativas asociadas a la edad.
Los investigadores inciden en la importancia de los «factores modificables» (ni genéticos ni ambientales) que pueden ayudar a prevenir el desarrollo de la demencia, a la importancia de la dieta, del ejercicio o de desterrar el alcohol y el tabaco.
Y apelan también a la trascendencia de las relaciones intrapersonales, de la socialización, de la comunicación o de la cultura; y hasta de poner remedio a problemas muy sencillos, como usar un audífono para evitar la incomunicación y el deterioro cognitivo.
EFE