Por qué el Viernes Santo no hay misa: El sentido del silencio litúrgico en el día más solemne del cristianismo

Por qué el Viernes Santo no hay misa: El sentido del silencio litúrgico en el día más solemne del cristianismo

Cada año, durante la Semana Santa, los fieles católicos participan activamente de misas, procesiones y actos de devoción que rememoran la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Sin embargo, hay un día que marca un quiebre en la rutina litúrgica: el Viernes Santo.

Ese día, las iglesias cierran sus altares y no celebran eucaristía alguna. Lejos de ser una omisión, este gesto contiene un profundo simbolismo. En lugar de la misa, se realiza una ceremonia austera centrada en la adoración de la cruz. El silencio reemplaza al canto, y la ausencia habla más que cualquier palabra.

El Viernes Santo no es como cualquier otro en el calendario cristiano. A diferencia del resto de los días santos, la liturgia se detiene. La Iglesia no celebra la Eucaristía, que es considerada el acto más sagrado dentro del catolicismo. La razón no es práctica, sino simbólica: se conmemora la muerte de Jesús en la cruz, y su sacrificio se vive como un duelo comunitario.

En ese sentido, todos los templos católicos mantienen sus puertas abiertas para los fieles, pero sin adornos festivos. No se entonan cánticos de alegría ni se pronuncian palabras de consagración. La hostia que se reparte proviene de lo que sobró el Jueves Santo, o sea ya está consagrada y el altar se mantiene vacío. Este vacío no es casual: representa la ausencia del Hijo de Dios, su paso por la muerte antes de la resurrección.

En lugar de la misa tradicional, la Iglesia propone una celebración centrada en la Pasión del Señor. Esta es llamada “Liturgia del Viernes Santo” y está estructurada en tres momentos clave: la lectura del evangélico sobre lo que sufrió Jesús, la adoración de la cruz y la comunión con las especies reservadas del día anterior.

No se trata de una misa en el sentido habitual. No hay consagración, no hay gloria ni aleluyas. La solemnidad es palpable. La cruz, que usualmente se contempla con alegría en la Pascua, es ahora objeto de veneración silenciosa. Muchos fieles se arrodillan, besan la madera y permanecen unos minutos en oración. El sacerdote se postra al inicio del rito, en señal de luto, mientras el templo permanece en un silencio absoluto que recuerda a un velorio.

Que no se celebre misa en el Viernes Santo no significa que la Iglesia se quede inmóvil. Al contrario, la decisión es profundamente activa. El silencio que se impone durante este día no es vacío, sino contenido. Cada gesto —desde la falta de flores en el altar hasta la eliminación del canto del Aleluya— tiene una razón: subrayar el impacto de la muerte de Cristo.

Es el único día del calendario litúrgico en que toda la Iglesia suspende la celebración de la Eucaristía. En ningún altar del mundo se realiza la consagración, en señal de respeto al periodo en que Jesús yace en la tumba. Por eso, el silencio toma el lugar del rito, y la oración íntima reemplaza a la ceremonia.

Infobae